Los masones nos reconocemos entre nosotros como hermanos y consideramos nuestra asociación, libremente consentida a título individual, como una alianza de hombres libres, que desean progresar y desarrollarse interiormente en base a unos principios universales.

La Masonería no es una religión, una escuela filosófica, un club, una ONG, una organización metapolítica, una sociedad secreta, ni tampoco una sociedad con secretos. Podemos reconocer algunos rasgos y aplicaciones de estos aspectos en nuestra Fraternidad, pero ninguno de ellos es definitorio en su totalidad de lo que es la Francmasonería.

 

La Masonería es una sociedad filosófica, simbólica, filantrópica e iniciática de hombres interesados en valores morales y espirituales. Trabaja en sus templos con un método propio para el desarrollo personal de sus miembros, los cuales reciben la enseñanza de sus preceptos a través de una serie de dramatizaciones ritualísticas grupales, utilizando como modelos alegóricos los usos, costumbres y utensilios de los antiguos talladores de piedra, a través de la escucha activa y la reflexión mediante encuentros periódicos en sus Respetables Logias.

Toda persona que esté interesada en pertenecer a la Francmasonería ha de reunir los siguientes tres requisitos:

Ser una persona libre, puesto que la solicitud de iniciación a la Masonería ha de ser consecuencia de la innata libertad individual, lejos de toda presión, influencia, dependencia, o circunstancia que la coarte.

Ser una persona de buenas costumbres, es decir, digna de confianza, honrada en su vida privada, en su forma de trabajar, y de buena reputación.

Creer en un Principio Superior y Transcendente,  al que se denomina comúnmente como Dios, y que los masones, respetando siempre la libertad del individuo ante cualquier creencia particular, nombran como Gran Arquitecto del Universo.